«Leer a Barrett es como entrar a su cuarto, sentarse y oírle. Intimidad sin pose. Sabe bien todo, y se expide sin esfuerzo. Pero sabiendo tanto, más que enseñar, revela. No es dómine, sino apóstol. Dueño de su pensamiento, como de un barco hecho a todas las borrascas, no os conduce a su bodega, sino a su proa; no a lo que pesa en él y lo lastra, sino a lo que en él se afila y se hunde en las negras olas. Ése fue su arte.
Su filosofía, él lo ha dicho: es la actitud de un hombre que confiesa sus entrañas; que retrata la marcha de su firmamento interno. Pero tan fiel y tan antidoctoralmente que nadie, como no sea un irredimible esclavo, puede llamarle maestro. Hay que llamarle hermano.» – Rodolfo González Pacheco
Los Nuestros Nº 2
Verano 2016